La característica que
distingue a un cristiano de una persona de otras confesiones religiosas, es el
amor verdadero. Este consiste en sentirse profundamente amado por Dios y amarle
a Él sobre todas las cosas. De esta concepción de la vida se desprenden otras
características como el perdón, la esperanza, la fe, la verdad, etc. La oración de San
Francisco expone los 8 aportes que puede llegar a hacer un cristiano al mundo
cuando es coherente con su fe y auténtico en sus obras:
1. «Donde haya odio, ponga amor»
«Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen» (Mateo 5.44).
¿Quién puede
traer el amor a mi vida? El único es Jesucristo. Sólo en él podemos amar en
plenitud. Pero el cristiano que está unido a él tiene esa facultad también, de
comunicar ese amor, porque “todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”
(1 Juan 4.1).
2. «Donde haya ofensa, ponga perdón»
«Si (tu hermano) peca
contra ti siete veces al día, y otras siete viene a decirte ‘Me arrepiento’,
perdónalo» (Lucas 17.4).
El perdón necesariamente
requiere comunicación, por eso Jesús se hizo carne, para de esta forma
comunicarnos su amor, perdonarnos y llevarnos a la salvación. Te pregunto: ¿El
perdón se ha hecho carne en ti? Si aún no has perdonado a quien te ofendió,
descuida, estás a tiempo de hacerlo. Siempre es tiempo de perdonar. No olvides,
primero comunicación y luego perdón, ya verás cómo las cosas en tu interior
cambiarán absolutamente.
«Miren cuán bueno y
agradable es que los hermanos habiten juntos y en armonía» (Salmo 133.1).
La discordia es
enemiga de la concordia, su mismo significado lo expresa: «separación de
corazones». Es normal tener diferencia de opiniones, pero no es normal que dos
corazones se distancien por problemas, a veces, sin sentido. Nuestra sociedad
parece promover la división, las redes sociales mal usadas contribuyen a esto,
ya que si alguien me cae mal simplemente le elimino de mis contactos, de mi
vida. Un cristiano no actúa así, él pone armonía y unidad donde no la hay. El
cristiano une los corazones de los hombres para hacerlos uno en Cristo. «Un
solo cuerpo y un mismo espíritu» (Efesios 4.4).
«(Dijo Jesús): Haz que
ellos sean completamente tuyos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad»
(Juan 17.17).
El error nos lleva a
acercarnos cada vez más a las tinieblas. Así como el odio engendra guerra, así
también el error genera confusión. ¿Te sientes confundido, sin saber qué hacer?
Es porque hay algo de error en tu vida. Entonces, ¿cuál es la solución? Simple:
la verdad. ¿Y qué es la verdad? Esto mismo preguntó Pilato a Jesús hace 2000
años, y Jesús poco antes le había dado la respuesta: «Mi misión consiste en dar
testimonio de la verdad.
«La fe es garantía de
lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Hebreos 11.1).
Con la relatividad
parece todo el mundo dudar de incluso las cosas más básicas. Vivimos sumidos en
interrogantes que parecen no encontrar respuesta ni en la ciencia ni en la
experiencia. Entonces, ¿has pensado en ponerle un poquito de fe a tu vida? La
fe, si bien es cierto es un Don de Dios que concede a quien quiere, pero
podemos pedirla todos.
«Yo espero en el Señor
con toda mi alma, confío en su palabra» (Salmo 130.5).
Depresión, adicciones,
crisis, problemas familiares, morales, sociales, económicos, para todo esto
siempre se acude al psicólogo, a la ciencia. ¿Y Dios? ¿Puede Dios ayudarme a
sanar mi alma, a cambiar? ¡Claro que sí! Para esto está la virtud teologal de
la esperanza que poco recordamos y pedimos los católicos. Esta virtud nos hace
confiar en Dios a pesar de las tribulaciones y dificultades de la vida. Podrán
venir miles de conflictos, pero con el escudo de la esperanza nada de ello podrá
quitarme la confianza en Dios.
«Ustedes son la luz
del mundo… brille su luz delante de los hombres, para que al ver sus buenas
obras, den Gloria a Dios que está en el cielo» (Mateo 5:14.16).
La imagen de la
tiniebla evoca oscuridad, desolación, tristeza y miedo. En cambio la imagen de
la luz nos llena de vida, nos ayuda a ver bien y a distinguir objetos y colores
a nuestro alrededor. ¿Qué pasaría si vivieras siempre en oscuridad? No podrías hacer
nada. ¡Necesitas de la luz! Así mismo nosotros, todos, necesitamos de Dios que
es la verdadera luz.
8. «Donde haya tristeza, ponga alegría»
La tristeza no es ni
buena ni mala en sí, dependiendo de la situación puede ayudarnos o
desalentarnos. El exceso de tristeza jamás es bueno. Un corazón que está
enamorado de Jesús, de su Palabra, de su Misión, no tiene por qué vivir en la
tristeza. San Pablo se daba cuenta de esto y exhortaba a los filipenses a que
siempre estuvieran alegres en el Señor, porque él es nuestra alegría total. El
enamorado jamás está triste, solo cuando su enamorado o enamorada se aleja;
caso similar pasa con los cristianos, siempre estaremos alegres mientras
vivamos enamorados de Dios, y además tenemos todas las de ganar, ya que Jesús
jamás se va de nuestra vida.