La relación entre
Francisco y su obispo es la respuesta a una pregunta muy importante en el franciscanismo: la
obediencia franciscana a la Santa Iglesia Romana, a toda costa. Incluso si
rechazada, no aceptada o considerada hereje. En resumen, la obediencia a toda
costa ha sido estudiada y analizada durante mucho tiempo. Y, aunque la relación
particular entre el obispo del primer período de la conversión de Francisco y
el hombre pobre de Asís se conocía desde hace mucho tiempo, hoy un pequeño
símbolo sella la verdad histórica. Que es mucho más que un signo de amistad y
empatía. Es en cambio, el símbolo de la obediencia franciscana, del servicio a
la Iglesia de Roma, que los franciscanos continúan reivindicando en la relación
particular que siempre ha existido, y que ahora existe más, entre la orden y el
Papa.
Los trozos de la capa
San Francisco llevó trozos de la capa del obispo Guido sobre su hábito penitencial: esta es la deducción a la que llegó, después de largas investigaciones científicas y estudios de materiales, la restauradora sienesa Maria Giorgi, que en los últimos días realizó varias conferencias sobre el tema, una en Londres y otra en Siena.
La otra presentación
se llevó a cabo el pasado 23 de mayo en la Biblioteca Municipal de los
‘Intronati’ en Siena. Después de la etapa sienesa, la investigación también se
presentará en el congreso: ‘Primeras fibras textiles, desde la prehistoria
hasta el 1600’ en la Universidad de Glasgow, del 6 al 8 de junio.
La primera ilustración
del procedimiento que condujo a la hipótesis, confirmada por los estudios, de que
San Francisco llevó trozos del manto del obispo Guido sobre su primer hábito
penitencial, fue presentada por Giorgi el 14 de mayo de 2017 durante la semana
de eventos para la inauguración del Santuario del Despojo de Asís.
Obediencia e historia
El obispo Guido es el de la conocida historia de la restitución de los bienes por parte de Francisco, a su padre Pietro di Bernardone, despojándose en público. Las reconstrucciones históricas nos permiten imaginar una relación entre el penitente Francisco y el obispo de Asís, que va más allá de la relación formal entre el jefe oficial de la Iglesia de Asís y el religioso. Parece que Guido sea una de las piedras angulares del principio franciscano de la obediencia. A pesar de las acusaciones de «herejía» contra los primeros núcleos de los frailes, Francisco quiso y exigió precisamente a sus amigos que nunca se alejaran de la obediencia y el servicio a la Iglesia Romana.
Obediencia de todas
formas y a toda costa. Incluso entre los primeros frailes hubo quienes
invitaron a evaluar la opción de un camino religioso autónomo, fuera de la
Iglesia. Pero Francisco debía edificar una nueva iglesia desde dentro y no de
otra manera. Era la misión que le fuera encomendada por el crucifijo de San
Damiano: «Ve y repara mi casa».
El obispo Guido
«estuvo involucrado en los primeros eventos de la experiencia religiosa de
Francisco de Asís -es lo que reporta la enciclopedia Treccani -. El único
episodio en la vida de Francisco que ciertamente coincide dentro del período
del pontificado de Guido es la renuncia a los bienes paternos. En enero o
febrero de 1206, Pietro di Bernardone llevó a su hijo a lo del obispo (la única
autoridad que reconoció Francisco) para recuperar sus bienes. Refleja bien la
preparación canónica de Guido, el consejo que le dio a Francisco de renunciar a
sus bienes paternos para no dedicar esos dineros a fines religiosos, que su
padre, un comerciante, había ganado ilícitamente.
Cuando Francisco se
despojó delante de todos como un signo de renuncia a la herencia, Guido lo
abrazó y lo cubrió con su propio hábito. Después de ese episodio, en contra de
la hostilidad general del entorno de la ciudad hacia Francisco, le concedió el
favor y la protección, a menudo reuniéndose con él y aconsejándolo.
Las fuentes hagiográficas,
todas concordaron en definir a Guido como un hombre sabio y piadoso, parecen
sugerir que desarrolló una percepción cada vez más profunda de la novedad
espiritual de la experiencia de Francisco. Esto, por su parte, reveló que
precisamente la relación privilegiada establecida con Guido le inculcó el
respeto por la autoridad eclesiástica. Cuando Francisco en la primavera de 1209
ó 1210 decidió presentarse ante Inocencio III para presentarle su nueva forma
de vida, Guido que estaba en Roma, le ofreció su ayuda para ingresar a la
Curia, en donde gozaba de notables apoyos, quien le procuró la mediación del
cardenal Juan de San Pablo, y este le presentó a los penitentes de Asís, al
pontífice.
Por Maurizio Troccoli
en https://www.pazybien.es/la-prueba-de-obediencia-de-san-francisco-a-la-iglesia/