
Un 13 de noviembre del año 1655 un poderoso terremoto sacudió la ciudad
de Lima sin causar daños ni al muro ni a la imagen del Cristo
crucificado pintada en él por los angolas. Este hecho prodigioso fue el
que dio comienzo al culto popular al Señor de los Milagros,
propagándose rápidamente entre la feligresía local pero sin la
autorización del párroco del templo de San Marcelo, razón por la cual
éste solicitó a la autoridad eclesiástica inmediata superior que se
demoliera el muro a fin de evitar cualquier acto profano. Sin embargo,
la destrucción no pudo llegar a cumplirse debido a circunstancias fuera
de lo común, quedando en pie el muro y la pintura del Cristo continuó
ganando el prestigio y el favor del pueblo. En el año 1661 Antonio de
León se interesó por la imagen del Cristo Crucificado pintado por los
negros angolas; el muro estaba en mal estado, ya que tras él corría una
acequia que había debilitado su base. De León mejoró las instalaciones
del sitio y construyó un apoyo a modo de altar, el cual sirvió también
para reforzar la base dañada de la pared. Este hombre padecía de un
tumor maligno y cada vez que visitaba el sitio pedía la gracia de
curarse, hasta que la consiguió. Años después, Sebastián Antuñano, el
tercer Mayordomo y el gran artífice del culto al Cristo Morado, compró
el lugar y levantó una capilla.
Fuente: Aciprensa