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El Rosario, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración
centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en
sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un
compendio.
• Con él, el pueblo cristiano aprende de María a
contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la
profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene
abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre
del Redentor.
Juan Pablo II
• En efecto, su elemento más característico –la repetición litánica
del “Dios te salve, María"– se convierte también en alabanza constante a
Cristo, término último del anuncio del Ángel y del saludo de la Madre
del Bautista: "Bendito el fruto de tu seno” (Lc 1,42).
• Diremos
más: la repetición del Ave Maria constituye el tejido sobre el cual se
desarrolla la contemplación de los misterios: el Jesús que toda Ave
María recuerda es el mismo que la sucesión de los misterios nos propone
una y otra vez como Hijo de Dios y de la Virgen».
Papa Pablo VI
• Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño.
Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños,
abandonarse como se abandonan los niños…, rezar como rezan los niños.
—¿Quieres amar a la Virgen? —Pues, ¡trátala! ¿Cómo? —Rezando bien el Rosario de nuestra Señora.
• Pero, en el Rosario… ¡decimos siempre lo mismo! —¿Siempre
lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?… ¿Acaso no
habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras
como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy
lejos de Dios?
—Además, mira: antes de cada decena, se indica el
misterio que se va a contemplar. —Tú… ¿has contemplado alguna vez estos
misterios?
• Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.
Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de
nuestros labios será tu suave nombre,