Es de los acontecimientos más importantes
(sino el más) de la historia universal y que da origen a toda la
cultura occidental, pues con su existencia, la influencia y cosmovisión
judía avanza por occidente llegando incluso hasta América. Hablamos de la Resurrección de Jesús.
Yo
nací en una familia católica y en un país católico, por lo que durante
los primeros años de mi infancia, acepté a ciegas este asunto de la
Resurrección de Jesús en cuerpo y alma y todo lo que ocurrió luego de
ella, incluyendo apariciones, milagros y mensajes finales. Ya
en mi juventud, se me hizo más difícil aceptar el cuento (y me imagino
que a alguno de ustedes les habrá pasado lo mismo) pues mis únicos
argumentos eran mi “fe” que por cierto era muy frágil y algunos datos
bíblicos que siguen teniendo olor a fantasía y leyenda.
Pero tranquilos, la idea es poder ir un paso más allá del “lo creo por fe”,
pues la fe en Dios tiene su argumento, no es solo ciega, sino que se
sustenta, dentro muchas otras cosas, en evidencias históricas (mínimos) y
testimonios de personas que complementan los relatos de los
evangelistas.
Entonces, vamos a revisar algunos acontecimientos desde los últimos momentos de Jesús hasta su ascensión. Verás que tienes más razones para creer.
1. Fue realmente sepultado
José de Arimatea,
el hombre bueno y justo del que habla el evangelista San Juan y quien
según San Mateo era rico y que pagó por la sepultura de Jesús al bajarlo
de la Cruz, era un reconocido personaje en Jerusalén, miembro del
consejo y quien se atrevió a pedir el cuerpo de Jesús a Pilato. Mencionarlo
no deja de ser un dato importante, pues al ser alguien conocido por
todos, de ser mentira la historia, habría sido fácilmente desmentida,
pero no; los cuatro evangelistas lo mencionan. Visto así, sería un
escándalo que uno de los fariseos se preocupara por pagar por una
sepultura digna para Jesús, tanto porque es una ofensa para los
perseguidores de Jesús, como al mismo tiempo una bofetada para sus
seguidores más cercanos, quienes tampoco hicieron mucho. Este dato, nos
ayuda a mirar la veracidad de los hechos y del relato bíblico.
2. La tumba realmente estaba vacía
Sabemos
que los miembros del consejo estaban preocupados porque los seguidores
de Jesús podrían robar su cuerpo luego hablar de la Resurrección por lo
que se preocuparon de pedirle a Pilato que pusiera guardias en la
entrada. Siendo así, en el momento era
sencillo desmentir el testimonio de los apóstoles, pues al decir que
Jesús había resucitado, bastaba con ir a la tumba y verla custodiada y
cerrada, haciendo que la historia se cayera a pedazos, pero no. El
testimonio luego de la Resurrección de Jesús no se puede contradecir pues realmente, la tumba estaba vacía.
3. La masiva aparición del Resucitado
San
Pablo se juega la vida en la primera carta a los Corintios y da como
evidencia de la resurrección datos estadísticos que dicen así:
«Se
apareció a Pedro y luego a los Doce, después se apareció a más de
quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven
y otros murieron»(1 Cor 15, 5-6).
Un
testimonio así de masivo descarta cualquier hipótesis de alucinación y
de hecho, tales apariciones fueron las que convirtieron y llenaron de
valor los corazones de los primeros cristianos que se atrevieron a
fundar la Iglesia primitiva a pesar de la persecución. De hecho, este aspecto es clave para creer en la Resurrección, pues si no, ¿por
qué un grupo de personas derrotadas y con su líder asesinado pública y
cruelmente habrían querido masificar un mensaje que les costaría la vida
a ellos también? La respuesta es sencilla: porque la resurrección fue un hecho real.
4. Sus apariciones, motivo de conversión
Gracias
al libro de los Hechos de los Apóstoles, que es algo así como la
continuación del Evangelio de San Lucas, sabemos que Jesús estuvo
cuarenta días apareciéndose a sus discípulos hasta que luego ascendió a
los cielos. Estas apariciones son el sustento que impulsó a los primeros
discípulos. Nada más imagina que hoy en día nosotros nos jugamos la
vida por Jesús y no se nos ha aparecido resucitado, ¡Cuánto más sería si
lo viéramos en persona!
En ese período de tiempo, se registran varias apariciones, las que se repiten en algunos Evangelios, dándole aún más veracidad a ellas porque los autores no se contradicen.
- Aparición a María Magdalena: Mateo 28, 9-10; Marcos 16, 9; Juan 20, 11-18.
- Aparición a los once discípulos: Marcos 16, 14; Lucas 24, 36-53; 1 Corintios 15, 5.
- Peregrinos de Emaús: Marcos 16, 12; Lucas 24, 13-32.
- A Pedro en solitario: Lucas 24, 34; 1 Corintios 15, 5.
- Aparición a los discípulos sin Tomás: Juan 20, 19-23.
- A los once incluido Tomás: Juan 20, 24-29.
- A orillas del Lago Tiberíades a los discípulos: Juan 21, 1-23.
- A Santiago el menor: 1 Corintios 15, 7.
- Aparición a los once en Galilea: Mateo 28, 16-20.
- Una última aparición en Jerusalén terminando en Betania: Lucas 24, 36-50; Hechos 1, 4-11.
5. Testimonios desinteresados
Era de esperarse el que los primeros cristianos hubiesen intentado argumentar la Resurrección dando testimonios creíbles, de gente reconocida y llenos de detalles; después de todo la idea era despejar las dudas y convencer a los incrédulos. Pero
no, el primer testimonio de la Resurrección es el de María Magdalena y
la otra María, dos mujeres. Para la sociedad judía y helénica, no podría
haber algo de menor peso que el testimonio de dos mujeres, sobre todo
relatando algo sobre lo cual no hay más testigos que ellas. No obstante los autores sagrados comienzan a hablar del Resucitado mencionando la experiencia de las mujeres.
6. María, testigo privilegiado de la Resurrección
Es un poco contradictorio que ningún autor bíblico haya narrado ninguna aparición de Jesús a su Madre, pero
es comprensible, pues haberlo descrito, no habría dado peso al
argumento. El testimonio de una madre, hasta hoy en día, es un
testimonio cargado al amor y la poca objetividad, aun conociendo los
méritos de Santa María. Sabemos
de ella que Jesús encargó su cuidado a San Juan antes de morir y también
sabemos que estaba en el Cenáculo junto a los apóstoles el día de
Pentecostés. Es decir, el silencioso camino pascual de nuestra Madre
Celestial, fue el de siempre, en silencio, caminando en fe y por sobre
todo perseverando.
Ella,
testigo de la Resurrección desde mucho antes que todos, desde la
Anunciación, cuando el ángel del Señor la visita para pedirle ser la
Madre del Salvador. Luego, con las palabras proféticas de Simeón, donde
le adelantaba que una espada atravesará su corazón, convierten a la
Virgen María en la primera en esperar la resurrección.
«No es una ideología, no es un sistema filosófico, sino es un camino de fe que parte de un advenimiento, testimoniado por los primeros discípulos de Jesús» (Papa Francisco. Catequesis sobre la Resurrección, 19 de abril 2017).
(catholic-link)